Facebook comienza siendo una red social para pasar a ser un compromiso social. Cuando creas tu cuenta lo más agradable son las solicitudes de amistad. Es maravilloso saber que todos quieren ser tus amigos. Aceptas a todo el mundo y nunca piensas en el lio en el que te metes sino en tener el mayor número de amigos.
Luego viene el problema, juntas en un mismo muro a amigos, conocidos, compañeros de trabajo, excompañeros de trabajo, jefes, exjefes, padres de compañeros de cole de tu hijo, familia, exfamilia, vecinos, exvecinos, gente que pasa por tu vida, etc. ¿Y con todos ellos pretendes ser feliz?.
No olvidemos que todos tenemos en nuestra lista de amigos el típico contacto antisocial que ataca sin piedad con sus comentarios fuera de tono a todo lo que se mueve por tu muro. Lo que hace que se formen rápidamente dos o hasta tres grupos y no puedas mezclarlos por miedo a una explosión de la que tú eres el más perjudicado.
Llega el momento de separar porque lo que pretendes es que tu perfil tenga movimiento y que la gente comente, haga y deshaga. Creas grupos y en un mismo Facebook no dejas que se mezclen ideologías, sexos o países. Acabas volviéndote loco, pero libras las batallas.
Pero el Facebook es un auténtico circo, veamos, aparte del antisocial, todos tenemos al cotilla, al que nunca escribe ni dice nada pero siempre lee todo para ir a contarlo. No me digáis que no tenéis a ese cotilla que va corriendo a contarles a tus padres lo que has puesto en tu muro. Muerte al cotilla, a ese censurarlo, caparle todo porque es como un espía ruso, poco a poco minará vuestra base de datos.
Luego está el típico amigo “superfeliz”. Sólo nos muestra la parte atractiva de su vida, la ropa que se compra, los sitios por donde sale, las juergas que se pega, lo mucho que trabaja, lo mucho que viaja ¿y lo mucho que follas? ¿no me lo cuentas?. De ese creed sólo la mitad, posiblemente sea un amargado y tenga que sobreexplotar sus pocas horitas de luz.
Y ¿qué me decís de ese amigo del pueblo?, el que está a años luz de tu estilo de vida, pensamientos, camino… y que de vez en cuando con fotos y comentarios quiere que vuelvas a un momento de tu vida del que él no salió aún y tú aborreces recordar. Te publica una foto con 15 años en tu muro, con gafas, los braques e intentando ponerte junto al chico que te gustaba y que te dio calabazas, momento duro donde los haya.
Desearías matarlo pero… antes de que lo quites ya lo visto todos sus contactos y alguno tuyo que ha podido hasta comentar.
¿Y el que sólo se acuerda te ti para agregarte a grupos o juego idiotas?...
Hace unos días me comentaba una amiga lo que le reventaban los que siempre apostillaban sus comentarios. Me decía que cuando cambiaba de opinión en un tema siempre había alguien que le recordaba que antes no opinaba igual. “Y es que no puedes cambiar de opinión ni evolucionar porque siempre está el pasado echándotelo en cara”, me comentaba.
Pero Facebook, dentro de todas esas incomodidades te da la oportunidad de estar en contacto con gente que está lejos, con amigos que hace años que no ves, con familia con la que apenas tenías contacto anteriormente y sobre todo, con tus verdaderos amigos. Eso es lo único positivo que le veo, porque por lo demás, acaba anulando tu pensamiento para pasar a un pensamiento global, debes pensar en la línea en la que piensan todos o al menos mantenerte ajeno a las polémicas, evitar enfrentamientos y sobre todo ser políticamente correcto.
Por ello digo que pasa de ser una red social a un compromiso social.
De ahí que un día aparezca Twitter en mi vida y que consiga que esté conectada a esa verdadera red social 18 horas al día.
La vida cabe en 140 caracteres ¿para qué más?. Si quiero saber qué pasa por el mundo Twitter me lo dice y si quiero decir lo que me sale del Gürtel me asiste con sus 140 caracteres. La información circula en sus venas de una formar espeluznante y solo tienes que agregar en tus contactos a los tuiteros correctos y a caminar.
En el metro ya no me llevo un libro, Twitter me acompaña en mi iPhone y si quiero saber algo, lanzo la pregunta y siempre tengo a mis tuiteros para darme los buenos días y responderme.
Si es que esos chic@s que me siguen ya son parte de mi familia. Por ellos desde aquí les tengo que lanzar un gran #FF. Y es que no conozco a ninguno pero tengo una inquietante empatía con ellos.
Es posible hablar de todo, desde futbol, política, actualidad, hasta comentar todos los programas y series que nos sale del bolo, porque para eso es Twitter para opinar y comunicar.
Una vez leí en un foro a un chico que era un apasionado de Twitter y decía algo así como que le gustaba porque “la gente, tarde o temprano, termina revelándose tal como es, en vez de refugiarse detrás de un álbum de fotos digitales. En el Twitter la palabra tiene el monopolio de tu imagen. Eres lo que dices, no lo que muestras”.
En el Twitter no tienes “amigos”, tienes “seguidores” de tus palabras.
Ahora bien, también tiene sus momentos insoportables. Dentro de las personas a las que tú sigues, también te puedes encontrar callos malayos. Con ellos unfollow y listo. Porque hay gente que registra sus tiempos muertos. Esa gente que relata intensamente sus actividades cuando no hace nada interesante, serán tweets del tipo: “voy a sacar al perro”, “no sé qué ponerme”, “me estoy comiendo gominolas”, “no sé si cortarme las uñas de los pies hoy o mañana”. Y estos seres existen y tienen seguidores, que es lo más absurdo de todo. Y hacen RT cuando alguien les alaba y son tremendamente egocéntricos.
Suelen ser los mismos que pelotean a los presentadores de televisión para ver si les dan un sillón en el programa y se creen líderes de opinión, en realidad nos hacen gracia porque suelen ser bastante simples y les tenemos ahí de comodín para días aburridos.
Twitter, desde hace unos meses está siendo pasto de los culturetas para difundir su mensaje. Famosos ególatras que acaban siendo los que dictan el porvenir del día, siendo muchos de ellos quemados en la hoguera de su propia vanidad. Pero a pesar de todo, es una verdadera red social.
#FF a los que mantienen vivo día a día mi TL.
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