lunes, 10 de diciembre de 2012

Paula terror story: El regalo original.



Quedar a tomar un café con Paula se convierte siempre en una prueba de obstáculos.  Cambio de cafetería porque la mesa que quiere no está a su gusto; devolución de cafés porque no están suficientemente calientes o suficientemente fríos; salidas y entradas constantes para llenarse de sus Marlboro Light; y un largo etcétera de vueltas y revueltas. Pero merece la pena.
No conozco a nadie que maneje a los hombres como Paula. Es la auténtica femme fatale que pintaría Gustav Klimt o de la que escribiría Oscar Wilde. Siempre hay en su vida un héroe al que despoja de sus poderes y lo deja como mi hijo los chupa chus por toda la casa, “chupaos”.
Cuando yo la conocí, hace unos diez años, estaba con un tipo llamado Alfredo. De padre sevillano y madre holandesa, era un hombre muy alto, de los que se pasan horas en el gimnasio y con esa piel tostadita maravillosa los doce meses del año. Ingeniero de caminos, trabajaba en una empresa multinacional y viajaba mucho.
“- Es perfecto para mí, Cari. Perfecto. Casi siempre está de viaje por ahí. Me trae siempre alguna cosilla de firma y como suele pasar la semana fuera, puedo tener relación con mis otros “amigos”. Jajajajaja”. 
Y me lo dice totalmente en serio. No es mujer de un solo hombre.

Alfredo duró un año, más o menos. Los que llegan a “novios” suelen durar eso, un año y medio más o menos. Luego, los que ella llama “amigos”, pueden durar desde un fin de semana a toda una vida, como el caso de Pedro. De él dice que es especial. Pufff ¿especial? ¡Si es un imbécil!. A mi no me gusta nada, pero nada, nada. Es un perro, siempre babeando detrás. Está enamorado de ella (es lo que dice ella) pero si realmente estuviera enamorado no soportaría ese ir y venir de hombres que tiene la cama de Paula. Ese pilla carnaza, ella se gasta un dineral en algún regalito y se va por donde ha venido.

Paula es abogada. “- Desde que vi Ally McBeal, supe lo que quería hacer con mi vida”, dice siempre. Yo veía Dinastía y Falcon Crest, pero no se me pegó nada.
En su trabajo es muy buena. Trabaja en uno de los bufetes más prestigiosos de Madrid y , una vez más, es el terror de todos los letrados.

Nuestra vida va por caminos diferentes pero siempre hay un cruce de caminos que nos acerca y deja que nos tomemos un café. Aunque yo siempre estoy al día de sus idas y venidas, nunca deja de sorprenderme. Ha dejado a su último “novio”. Sólo llevaba con él desde julio.
Lo dejó este fin de semana. Él vino a Madrid a verla y parece ser que lo que iba a ser un puente “inmaculado” fue el hundimiento.
Javier, que así se llama, es médico en Navarra. Me acompañó a una consulta y allí le conoció. Ese fin de semana ya se fueron juntos a Cerdeña. Es separado y un buen partido, además vive lejos, como a ella le gustan. Pero todo estaba abocado al fracaso. Javier tiene un defecto letal. Un defecto que tenía mi ex. Un defecto que tienen todos los ex y por eso son ex: los regalos.
Si un hombre no sabe hacer regalos está avocado al fracaso y, si es con Paula, al abismo más negro y hondo del mundo, lo más humillante: que te dejen por WhatsApp. Ya ni por sms, que por lo menos te gastabas un dinero, no. Ya hasta dejar es gratis.
Cada vez que se veían, el médico le llevaba regalos. Ella me decía, “- Pero Cari, si es que es muy horterilla, no me llega con ¡¡una bata-manta doble!!. Para ver pelis, me dice, y me pone una notita, Cari, una nota con la letra de una canción, que me canta al oído y me pone los pelos como escarpias. Y no precisamente de gusto, Cari”.
“- Paula, por favor, el chico lo hace con la mejor intención. Deberías estar orgullosa de tantos detalles. Se esfuerza mucho, dale una oportunidad”.
“- Otra más así y lo dejo, Cari. Tampoco en la cama es total, es muy, muy, muy normal y hombre, que menos que unos Jimmy Choo, un perfumito de Hermès o de Jean Patou. Y no estas chorradas, nena, que cada vez que suena el timbre temprano tengo miedo de que me llegue un desayuno de esos a domicilio, con una nota que diga “un desayuno para un diamante”. ¡Arrgghhh!.
“- ¡Qué exagerada eres siempre!, el chico se esfuerza. A lo mejor le aconseja alguien y como no te conocen... Tenéis que veros más, conocer vuestras costumbres, a vuestros amigos. Seguro que entonces acertaría mucho más”.
“- Además tiene mucho mucho pelo”.
“- Eso si. Al chico le sobra pelo. Pero es buen chico (ohh, no debería haber dicho eso, buen chico es sinónimo de papanatas)”. Una respiración honda y espero su rotunda respuesta: “- El próximo fin de semana que venga, como traiga otro regalito absurdo, lo dejo”.

Pues Javier se presentó en Madrid con la mejor de las sonrisas y otro regalo debajo del brazo. Lo que ocasionó el fin. El Apocalipsis. El Hundimiento. Javier volvió a cometer un error. Volvió a pasar una semana buscando el regalo perfecto, saltándose las guardias a la torera, subido en los megas de alta velocidad para buscar en la multitud de páginas web que existen... para encontrar eso que haría que su relación acabara de una vez por todas. Me lo imagino en Google buscando “regalos de amor”, “el mejor regalo”, “regalo bonito”, “regalo especial”… ¿cuántas búsquedas habrá hecho el pobre hombre? para que al final se tuviera que levantar sólo, hubiera sido mejor quedarse en su Pamplona.

“- Cari, llegó a casa en taxi con una sonrisa. Su sonrisa, lo único bueno que me queda de esa relación. Porque el chico mucho más no ha aportado a mi vida. Es que era muy tímido, nena, yo con un tímido no puedo”.
“- Algo tendría, porque a la hora de conocerle ya estabais en un box uno sobre otro”.
“- Pues no te creas. Morbo, la bata, el sitio. Yo que sé”. Me dijo.  
“- ¿Y Cerdeña?, estabas ilusionada. Llevas una vida que no te envidio para nada porque , tantos quebraderos de cabeza, de verdad, no podría”.
Y es que yo no podría tener una vida como la de Paula. No sé qué diversión encuentra en destrozar corazones. Yo es que tengo el corazón muy sensiblote y está para pocos trotes. Siempre pienso que cuando encuentre la horma de su zapato sufrirá mucho más que todos ellos juntos.

Me había pedido un croissant a la plancha con mermelada de fresa y se me atragantó uno de los cuernecillos cuando la escucho, con esa voz tan radiofónica que tiene, decir el regalo que le había traído Javier.
Solo le había mordido ese cuerno al croissant pero, en cuanto vi pasar a la camarera, le pedí un donuts de chocolate. Necesitaba chocolate para digerir esa noticia.
“- ¿No le gusta el croissant, señora?. Pregunta el encargado. “- Si, si, solo quiere un donuts, ¿hay algún problema?”. Ante la respuesta de Paula, que siempre responde a todos antes que yo aunque la pregunta sea para mí, el encargado se quedó perdonando con la mirada. “- No señorita". Y se fue.
Llegó el donuts y le metí un mordisco antes de seguir escuchando.

“- Continua”. Le dije.
“- ¿Tú me ves a mi llegando al altar, con un maravilloso vestido de Yumi Katsura, y encontrarme con un novio con un traje gris metalizado con chaleco y corbata a juego?. Pues eso es lo que una se puede encontrar si se casa con un tipo que previamente le ha regalado una…”. Coge aire, deja los ojos en blanco y de repente me mira y dice, como si se le hubiera roto un tacón de sus peep toes camel de Giuseppe Zanotti… “Cari, ¿cómo voy a estar con un hombre que es capaz de regalarme una estrella? ¡¿una estrella, Cari?! Una estrella.

Me quedé loca. ¿Una estrella?. Me enseñó el certificado de propiedad. Paula tiene una estrella con su nombre en el firmamento. Si por lo menos hubiera venido acompañado de un billete para uno de esos viajes espaciales que se hacen de vez en cuando... Pero solo era un papel con las coordenadas que indican dónde está la estrella. Patético.
Seguro que muchas me criticaréis porque “el detalle es el detalle” y todo eso, pero, ¡venga ya! ¡Chicas! ¿Hay regalo más hortera que regalar una estrella?. Y si ya añade una tarjetita que ponga: “Una estrella para mi estrella”, cagada total.
Y es que ojo con la teoría de Paula, que no es ninguna tontería. Si es capaz de regalar una estrella, puede ser capaz de llegar el día de la boda con un traje de esos metalizados, ojito chicas, que os acabáis casando con un tipo envuelto en papel de aluminio.

Los regalos no pueden buscarse en internet y, por muy enamorado que estés, no puedes acabar haciendo el ridículo. Debes mirarte en un espejo, imaginarte diez años después y pensar en ese regalo. Si sigues pensando que es un regalo especial, cómpralo. Si te da la risa y tu cara parece un pimiento de Padrón, olvídalo. No era el regalo apropiado.

Después de ese café vino otro que se me calló por el vestido. Al final, entre cambiarme el vestido y despedirme de mi loca amiga, llegué tardísimo a la oficina.
Pero Paula se lo merece todo… menos una estrella. 


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