Hoy me apetece quejarme de las chicas de hoy en día. Y es que cuánto han cambiado los conceptos de unos años a esta parte.
Soy de una generación que jugaba con muñecas mientras imaginaba un amor de cuento de príncipes y princesas que eran felices y comían perdices. Una generación que también tuvo que besar muchos sapos hasta encontrar un príncipe. Unos lo siguen siendo y otros se convirtieron de nuevo en sapo.
Aunque no hace tanto tiempo éramos una generación de cortejo. Que nos gustaba ronear un poco antes de caer en las garras de Eros y sucumbir a la tentación de la carne.
Una generación más decorosa, sensata, consciente o prudente que la de ahora. Viviendo nuestro amor de una manera más reservada.
El 90% éramos así. El 10% restante eran las “espabiladas”, las más apropiadas para divertirse y las menos adecuadas para casarse.
Ahora las cosas han cambiado sustancialmente. Ya no suelen jugar con muñecas si no que se pasan el día en las redes sociales; y el príncipe ya no es tal sino un tipo cualquiera que les haya guiñado un ojo y si ya lo ha probado una colega mejor porque nos informará con pelos y señales de sus gustos.
La pirámide se ha invertido y las “espabiladas” son ese 90% de chicas que algún día se acercarán a nuestros hijos y no nos gustará nada de nada… ¿ley de vida? ¡Y una leche! Si puedo evitarlo.
La mayoría de las jóvenes de hoy en día han querido ponerse tan a la altura de los hombres y ha dejado atrás el cerebro para gestionar su vida amorosa con el que ha pasado a denominarse “pepe”. Porque ya no se dice chichi, chocho, chumino o coño, ahora es el Pepe. Ya en mayúsculas, totalmente personalizado.
A simple vista parecen sensibles y románticas porque se mean con las canciones de Pablo Alborán y escriben poesías en sus redes sociales pero nada de nada, el romanticismo desapareció con la primera regla.
Su sueño es salir, beber, divisar una presa y follar. Da igual el lugar, el momento, si ese chico tiene pareja, porque cualquiera es bueno. Cuantos más mejor y así tengo más que contar a las amigas.
Ya algunos dirán que tengo muy mal concepto de las jóvenes de hoy en día y que estoy metiendo a todas en el mismo saco. Pues no. Hay un 10% que vive su vida saliendo, tomándose sus copas, teniendo novio/s y no tirándose a un equipo de futbol. Y son igual de felices.
Cierto es que lo que hacen lo hacen con lo suyo pero cuando se cruzan por delante de tu pareja sin mirar lindes o pueden estar en los mismos ambientes que tu hijo no piensas lo mismo.
Los chicos ahora lo tienen más fácil. Antes de un grupo de cinco a lo mejor cataba uno, pero ahora, catan todos. Sirves al grupito de chicas unos vodkas o unos calimochos (según sean de FoQ o de Sexo en NY) y listo. Se van a casa más contestas que si les hubiera tocado un Bob Esponja en una tómbola.
Y ¿sabéis lo que pienso? que por mucho que disfruten esos minutos de gloria no dejan de ser tratadas como ganado.
Soy de una generación que jugaba con muñecas mientras imaginaba un amor de cuento de príncipes y princesas que eran felices y comían perdices. Una generación que también tuvo que besar muchos sapos hasta encontrar un príncipe. Unos lo siguen siendo y otros se convirtieron de nuevo en sapo.
Aunque no hace tanto tiempo éramos una generación de cortejo. Que nos gustaba ronear un poco antes de caer en las garras de Eros y sucumbir a la tentación de la carne.
Una generación más decorosa, sensata, consciente o prudente que la de ahora. Viviendo nuestro amor de una manera más reservada.
El 90% éramos así. El 10% restante eran las “espabiladas”, las más apropiadas para divertirse y las menos adecuadas para casarse.
Ahora las cosas han cambiado sustancialmente. Ya no suelen jugar con muñecas si no que se pasan el día en las redes sociales; y el príncipe ya no es tal sino un tipo cualquiera que les haya guiñado un ojo y si ya lo ha probado una colega mejor porque nos informará con pelos y señales de sus gustos.
La pirámide se ha invertido y las “espabiladas” son ese 90% de chicas que algún día se acercarán a nuestros hijos y no nos gustará nada de nada… ¿ley de vida? ¡Y una leche! Si puedo evitarlo.
La mayoría de las jóvenes de hoy en día han querido ponerse tan a la altura de los hombres y ha dejado atrás el cerebro para gestionar su vida amorosa con el que ha pasado a denominarse “pepe”. Porque ya no se dice chichi, chocho, chumino o coño, ahora es el Pepe. Ya en mayúsculas, totalmente personalizado.
A simple vista parecen sensibles y románticas porque se mean con las canciones de Pablo Alborán y escriben poesías en sus redes sociales pero nada de nada, el romanticismo desapareció con la primera regla.
Su sueño es salir, beber, divisar una presa y follar. Da igual el lugar, el momento, si ese chico tiene pareja, porque cualquiera es bueno. Cuantos más mejor y así tengo más que contar a las amigas.
Ya algunos dirán que tengo muy mal concepto de las jóvenes de hoy en día y que estoy metiendo a todas en el mismo saco. Pues no. Hay un 10% que vive su vida saliendo, tomándose sus copas, teniendo novio/s y no tirándose a un equipo de futbol. Y son igual de felices.
Cierto es que lo que hacen lo hacen con lo suyo pero cuando se cruzan por delante de tu pareja sin mirar lindes o pueden estar en los mismos ambientes que tu hijo no piensas lo mismo.
Los chicos ahora lo tienen más fácil. Antes de un grupo de cinco a lo mejor cataba uno, pero ahora, catan todos. Sirves al grupito de chicas unos vodkas o unos calimochos (según sean de FoQ o de Sexo en NY) y listo. Se van a casa más contestas que si les hubiera tocado un Bob Esponja en una tómbola.
Y ¿sabéis lo que pienso? que por mucho que disfruten esos minutos de gloria no dejan de ser tratadas como ganado.